La Organización Mundial de la Salud (OMS,2021) señala que uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años (14%) presenta un trastorno mental, pero en la mayoría de los casos no se detectan ni se tratan y por ello suelen extenderse a la edad adulta. En España se estima que casi medio millón de adolescentes sufren problemas emocionales, lo que representa casi el 50 % de todos los trastornos mentales, cifra que está aumentado a raíz de la situación de la pandemia provocada por el COVID-19. Esto supone una preocupación y un reto para familias, educadores y profesionales de la salud.

Afortunadamente, a día de hoy disponemos de mucha información, conocimiento científico sobre qué dificultades y problemáticas son más frecuentes entre los adolescentes y jóvenes, sus factores de riesgo y de protección, las estrategias de intervención que la investigación y la evidencia científica establece que pueden resultar de ayuda para hacer frente y minimizar esas dificultades, problemas y trastornos. Pero, sin embargo, esa información y conocimiento no llega adecuadamente a la sociedad, los recursos disponibles a veces no están tan disponibles ni son tan accesibles para una buena parte de los jóvenes, familias y profesionales, por lo que resulta paradójico que, a pesar de este aumento del conocimiento científico, nos encontremos que aún existe mucha desinformación, poca concienciación, pocos recursos y lamentablemente, mucho rechazo o minimización de estas cuestiones de salud mental.

La Organización Mundial de la Salud (OMS,2021) señala que uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años (14%) presenta un trastorno mental, pero en la mayoría de los casos no se detectan ni se tratan y por ello suelen extenderse a la edad adulta. En España se estima que casi medio millón de adolescentes sufren problemas emocionales, lo que representa casi el 50 % de todos los trastornos mentales, cifra que está aumentado a raíz de la situación de la pandemia provocada por el COVID-19. Esto supone una preocupación y un reto para familias, educadores y profesionales de la salud.

Afortunadamente, a día de hoy disponemos de mucha información, conocimiento científico sobre qué dificultades y problemáticas son más frecuentes entre los adolescentes y jóvenes, sus factores de riesgo y de protección, las estrategias de intervención que la investigación y la evidencia científica establece que pueden resultar de ayuda para hacer frente y minimizar esas dificultades, problemas y trastornos. Pero, sin embargo, esa información y conocimiento no llega adecuadamente a la sociedad, los recursos disponibles a veces no están tan disponibles ni son tan accesibles para una buena parte de los jóvenes, familias y profesionales, por lo que resulta paradójico que, a pesar de este aumento del conocimiento científico, nos encontremos que aún existe mucha desinformación, poca concienciación, pocos recursos y lamentablemente, mucho rechazo o minimización de estas cuestiones de salud mental.