Qué necesito saber sobre el TAS
Trastorno de Ansiedad Social
¿Cuál es el origen del TAS? ¿Cómo identificarlo y diferenciar de la timidez? ¿Qué factores de personalidad influyen en su desarrollo? ¿Cómo influen el ambiente escolar? Profundizamos en el Trastorno de Ansiedad Social en adolescentes y jóvenes.
¿Qué es el TAS?
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TRASTORNO DE ANSIEDAD SOCIAL EN ADOLESCENTES
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El Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales en su 5ª y última versión (APA, 2013), define la Ansiedad social como un miedo o ansiedad intenso en una o más situaciones sociales en las que la persona está expuesta a un posible examen por parte de otras personas. Algunos ejemplos, interacciones sociales (p. ej., mantener una conversación, reunirse con personas extrañas), ser observado (p. ej., comiendo o bebiendo) y actuar delante de otras personas (p. ej., dar una charla). La persona experimenta miedo de desenvolverse de cierta manera o de mostrar síntomas de ansiedad que puedan ser valorados negativamente por los demás (es decir, que lo humillen o avergüencen; que se traduzca en rechazo o que ofenda a otras personas). Por tanto, las situaciones sociales casi siempre provocan miedo o ansiedad; tienden a evitarse o a escapar de ellas y si ello no es posible, se experimentará miedo o ansiedad intensa. Una cuestión importante es que el miedo o la ansiedad son desproporcionados respecto a la amenaza real planteada por la situación social y al contexto sociocultural. Además, el miedo, la ansiedad o la evitación son persistentes (duran típicamente seis o más meses) y causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
Pero, ¿No es timidez? ¿Cual es la diferencia real entre ser tímido o experimentar realmente un problema de ansiedad social?
En la timidez, la persona puede sentir cierto malestar en determinadas situaciones sociales y sentirse incómodo, pero esto no suele interferir en su vida cotidiana, ni afectar en su calidad de vida. Sin embargo, en la fobia social la persona se siente incapacitada para llevar una vida normal (ESPINOSA-FERNÁNDEZ, et alli., 2018).
Además de la fobia social, hay otros trastornos de ansiedad frecuentes en la población infanto juvenil como, por ejemplo, la ansiedad generalizada (TAG), caracterizada por la presencia de preocupaciones y ansiedad excesivas (expectativa aprensiva o aprensión ansiosa), persistentes y difíciles de controlar sobre un número de acontecimientos o actividades tales como el rendimiento laboral o escolar. Que la preocupación y ansiedad son excesivas significa que su intensidad, duración o frecuencia son desproporcionadas con relación a la probabilidad o impacto real del evento temido. Las personas con TAG se preocupan por cosas que es improbable que sucedan o que si ocurren son mucho más manejables y menos dramáticas de lo que aquellas piensan (BADOS, 2015). Es decir, es común contemplar con miedo la posibilidad de que ocurra un evento desagradable, aunque la probabilidad de que realmente suceda sea muy pequeña. Para una revisión de más trastornos de ansiedad consultar (ESPINOSA-FERNÁNDEZ, et alli., 2018).
El origen los trastornos de ansiedad puede ser diverso; no hay una única causa, sino que es una mezcla de factores, de variables, de circunstancias que en su conjunto hacen que una persona desarrolle un trastorno de ansiedad. Para BARLOW (2002), la génesis de los trastornos de ansiedad requiere tener en cuenta tres tipos de vulnerabilidades: la vulnerabilidad biológica, la vulnerabilidad psicológica generalizada y la vulnerabilidad psicológica específica.
La vulnerabilidad biológica hace referencia a una hipersensibilidad neurobiológica al estrés genéticamente determinada e incluye rasgos temperamentales que tienen un fuerte componente genético, entre los que se encuentran el neuroticismo (inestabilidad emocional), la introversión, la afectividad negativa (tendencia estable y heredable a experimentar una amplia gama de sentimientos negativos) y la inhibición conductual ante lo desconocido. Aunque esta vulnerabilidad es importante, el desarrollo de un trastorno de ansiedad requiere además de la existencia de una vulnerabilidad psicológica, distinguiéndose en este caso, la de tipo generalizado y la de tipo específico. La primera, la vulnerabilidad psicológica generalizada, siguiendo a BADOS (2017) puede definirse como la percepción, basada en experiencias tempranas, de que las situaciones estresantes y/o las reacciones a las mismas son impredecibles y/o incontrolables. Entre las experiencias que contribuyen a esa percepción se encuentran el estilo educativo sobreprotector y falto de cariño por parte de los padres, los vínculos inseguros de apego entre el niño y sus cuidadores y la ocurrencia de eventos estresantes o traumáticos. En cuanto a la vulnerabilidad psicológica específica hace referencia a que la ocurrencia de ciertas experiencias de aprendizaje (ya sea de manera directa o indirecta) provoca o contribuye a que la ansiedad facilitada por la vulnerabilidad biológica y psicológica generalizada se focalice sobre determinadas situaciones concretas, eventos o circunstancias particulares, que pasan a ser consideradas como amenazantes y peligrosas. Algunas de esas experiencias suceden en el ámbito escolar, como, por ejemplo, la ridiculización por parte de los demás (profesorado y/o compañeros de clase) cuando se está haciendo o se ha terminado una exposición pública en el aula. Así, un adolescente con un temperamento inestable emocionalmente (vulnerabilidad biológica), en cuya familia se ha fomentado la inseguridad y la falta de capacidad en las propias habilidades (vulnerabilidad psicológica generalizada), si es ridiculizado por el grupo en una ocasión en la que intentaba hacer un comentario divertido (vulnerabilidad psicológica específica), probablemente experimente sintomatología ansiosa que le lleve a evitar exponerse a situaciones sociales, lo cual favorecerá el desarrollo final de un trastorno de ansiedad, en este caso, social. La evitación y/o escape de las situaciones sociales y el gran malestar experimentado en aquellas ocasiones que no pueda evitarlas, reforzará el trastorno y aumentará la convicción de su propia incapacidad para afrontar estas situaciones.
Para cada caso, es fundamental y necesario realizar una completa evaluación para poder identificar esos elementos que han podido hacer a una persona más vulnerable en el desarrollo de un trastorno y aquellos que están manteniendo el trastorno en la actualidad. Así, por ejemplo, factores esenciales son: las expectativas de peligro, de incontrolabilidad que se manifiestan con errores o sesgos cognitivos, en el sentido de que se sobreestiman la amenaza y la peligrosidad de la situación, al mismo tiempo que, se subestiman los propios recursos del individuo, se ponen en práctica conductas de evitación, de escape, así como de protección o defensivas que lejos de disminuir la ansiedad, lo que hacen es alimentar más esas expectativas de peligro y esa percepción de nulo o poco control sobre la situación (el adolescente percibe la situación más amenazante de lo que realmente es, considera que sus habilidades para enfrentarse a ella son menores de lo que en realidad son, así que evita enfrentarse a la situación, lo que le provoca una reducción de la ansiedad momentánea, pero fomenta que las creencias erróneas se mantengan más fuertes). A partir de estos elementos, junto con otros, identificados a través de una completa y adecuada evaluación, se establecerá el plan de intervención a aplicar sobre las personas que sufren este tipo de trastornos. En el caso de menores, también tienen un papel importante, las personas que forman parte de su contexto más cercano, en este caso sus padres y otros familiares, dado que además de haber podido contribuir al desarrollo del trastorno, también pueden estar contribuyendo a su mantenimiento, por lo que, la intervención tendrá también que dirigirse, en parte, a ellos (ESPINOSA-FERNÁNDEZ, et alli., 2018).
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Convocatoria 2021 – «Proyectos Pruebas de Concepto»
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